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Desistire De Ser La Emperatriz Average 5 / 5 out of 1
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El primer día de su llegada a Egmont para el compromiso matrimonial, no fue el Emperador Karl quien saludó a Adelaide, sino su “amada” concubina. Oírla decir “Quería informarle de los gustos de Su Majestad”, sin duda fué alarmante. El Emperador, al que sólo conoció el día de la boda, no sólo llegó tarde a la ceremonia, sino que declaró que no habría luna de miel y se marchó al palacio de su amante. Adelaida ignoró las advertencias del emperador de vivir como emperatriz sólo de nombre, y eligió a Lionel Baldr, quien era tan molesto como una espina en el ojo, como su ayudante de campo. Desde ese momento, comienza la extraña obsesión del emperador con ella, que la había tratado hasta ahora…