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“No puedo prometerte amor, pero no tendré otra mujer más que tú”. Pensé que estaría bien. Incluso si él no me amaba, pensé que mi amor haría feliz nuestro matrimonio. Pero ese ingenuo deseo pronto se hizo añicos. Porque Lizzena, el primer amor de Raymond, volvió con un niño. “Lize está tratando de hacer que su hijo sea el Primer Príncipe”, me dijo. “Divorciémonos”. Decidí abandonarlo. *** “¿Qué?” Los ojos de Raymond temblaron violentamente como si no entendiera mis palabras. Su agitación, vista por primera vez, por alguna razón me hizo sentir aliviado. Volví a abrirle los labios con una suave sonrisa: “Quiero dejarte. Así que Raymond, detengámonos ahora. Divórciate de mí. Era el final de un largo amor no correspondido.